Del 26 al 28 de febrero un grupo de catequistas de Iglesia en Castilla tuvimos los Ejercicios Espirituales en la Casa de Espiritualidad "San Frutos" en Segovia. Nos acompañó D. César Franco, obispo de esta Diócesis y asistimos unos 50 catequistas.
Se celebraron en silencio y empezamos por destacar la amabilidad de la acogida y la preparación de los ejercitantes para ser dóciles a la Palabra de Dios y tener el deseo de ser sorprendidos por Él.
Siguió el texto ignaciano adaptado al tiempo disponible: El hombre es llamado a ser adorador de Dios. El sentido y fin de la existencia consiste en salvarse, salvación que puede perderse por la fractura del amor, el pecado, al que se le debe considerar unido a la misericordia de Dios, porque Él nos quiere precisamente por los pecados, los que podemos evitar con la oración.
Pustos en este camino, pedir la gracias del Señor para ser diligentes y seguirle en íntima Comunión con Cristo, que se hizo hombre en la Virgen María en quien se concentran todas las esperanzas de la humanidad.
Sólo me queda, animar a los catequistas para que si pueden se unan el próximo año a estos Ejercicios Espirituales, esta Gracia que el Señor nos pone en el camino para conocerle y amarle más.
Catequistas de Palencia
lunes, 14 de marzo de 2016
viernes, 11 de marzo de 2016
5 Domingo de Cuaresma – Ciclo C Domingo 13 de Marzo de 2016
Lectura del santo Evangelio según San Juan 8,1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte
de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el
pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una
mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: –
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley
de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y
poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el
suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: – «El que
esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra
vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo
uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la
mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le
preguntó: – «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha
condenado?».
Ella contestó: – «Ninguno, Señor».
Ella contestó: – «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: – «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor
Jesús escribe en el suelo
Y nadie condenó a la mujer acusada de adulterio.
El silencio de Jesús, absorto escribiendo en la arena del suelo,
desconcertó a los que buscaban una trampa que acusara al Maestro. Sólo
expresó que quien no tuviera pecado que tirara la primera piedra y nadie
lanzó nada. Se fueron marchando todos los acusadores, comenzando por
los más viejos.
AYÚDANOS, SEÑOR
Si nos alejamos de Ti,
buscando una felicidad disfrazada
AYÚDANOS, SEÑOR
Si presumimos de ser mejores que los demás
AYÚDANOS, SEÑOR
Si señalamos los defectos de los demás
y olvidamos los propios
AYÚDANOS, SEÑOR
Si te dejamos
y nos perdemos por caminos equivocados
AYÚDANOS, SEÑOR
Si nos ahogamos bajo la carga de nuestros pecados
AYÚDANOS, SEÑOR
Si olvidamos que, Tú,
ante todo eres Padre y no juez
AYÚDANOS, SEÑOR
Si nos esforzamos
y no conseguimos ser lo que Tú quieres
AYÚDANOS, SEÑOR
Si venimos a la Eucaristía
y no descubrimos tu corazón
AYÚDANOS, SEÑOR
Si escuchamos tu Palabra,
y no siempre la seguimos
AYÚDANOS, SEÑOR
Si te negamos y te ofendemos de palabra y de obra
AYÚDANOS, SEÑOR
Amén
viernes, 4 de marzo de 2016
4 Domingo de Cuaresma – Ciclo C Domingo 6 de Marzo de 2016
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús
los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los
escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con
ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre
tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la
parte que me toca de la fortuna.” El padre les repartió los bienes. No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un
país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo
había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y
empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un
habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le
entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los
cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo
aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le
diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en
camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo
vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a
besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra
ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la
mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo;
celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el
banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba
a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le
preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre
ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.” Él se
indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba
persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te
sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un
cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese
hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el
ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba
muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”»
Palabra del Señor
El Domingo de la Alegría
Domingo “laetare”. Domingo de la alegría en
medio de la Cuaresma. El origen de este mensaje de alegría no es otra
cosa que el contenido de la monición de entrada de la eucaristía del
Cuarto Domingo de Cuaresma: “Festejad a Jerusalén, gozad con ella
todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella
llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos”.
En su inicio en la versión latina dice: “Laetare Jerusalem”.
Pausa de alegría manifiesta en esta segunda mitad de la cuaresma que
nos demuestra que la Iglesia siempre ha buscado la alegría o la
tristeza.
¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De los caminos equivocados: HAZME VOLVER, SEÑOR
Cuando malgasto mi tiempo y mi vida: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De las mentiras y de las calumnias: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De la falta de oración: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De la tristeza y de la distancia de Ti: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De la envidia y del egoísmo: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De la independencia y del hacer lo que me da la gana: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
De gastar lo que soy en cosas inútiles: ¡HAZME VOLVER, SEÑOR!
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