Padre Todopoderoso,
Creador del cielo
y de la tierra
Catecismo de la Iglesia Católica
268-421
Compendio 50-78
Youcat 40-70
Arzobispado de Madrid
C/ Bailén 8. 28071 Madrid
Dios crea por amor
El
primer artículo del Credo es fundamental. Tal vez pensemos que la creación no es tan
importante como Cristo y la salvación. Sin embargo, sin creación no habría habido
salvación, ni fe, ni Cristo. Por eso es necesario, en primer lugar, caer en la
cuenta de la importancia de la fe en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del
cielo y de la tierra.
Aunque
llamamos Creador a Dios Padre, la creación es una obra común del Dios Uno y
Trino, pues el Padre lo ha hecho todo por medio de su Palabra (cf. Jn 1,1-3;
Col 1,16-17); y por medio del Espíritu que todo lo vivifica (cf. Catecismo
de la Iglesia
Católica 290-292).
Es
fundamental tener claro la razón de ser de la creación. Leemos en Youcat 41:
Dios “ha querido que exista el mundo; Él lo acompaña y lo lleva a plenitud. Ser
creadas es una cualidad permanente de las cosas y una verdad elemental acerca
de ellas” (cf. Catecismo 286; Compendio 54). En efecto, por puro
desbordamiento de su amor, la creación ha sido hecha por Dios a partir de la
nada para ser salvada. Ser salvada significa que no está llamada a volver a la
nada, sino a ser llevada a plenitud, a la plenitud del Amor de Dios. En este
sentido, la creación es el fundamento del proyecto amoroso de Dios (cf. Catecismo
315, 279-289).
Dios es Todopoderoso, capaz de realizar su
designio
La Creación es el testimonio
de que para Dios nada es imposible. De hecho, los cristianos pensaron desde el
principio que resucitar la carne sin vida era fácil para el Dios que había creado
todo de la nada.
Podemos
señalar tres características de la Omnipotencia de Dios. Nada se sustrae a la Omnipotencia de Dios:
es, pues, universal. Además es amorosa, es decir, no es
arbitraria, no es poder para hacer lo que sea, sino que es Poder para llevar a
buen término el designio de Amor que tiene como inicio la creación y como
término la vida eterna. Por fin, es misteriosa, en el sentido de que no
siempre llegamos a comprender el modo en el que Dios ejerce su Providencia sobre
ella. Sólo la fe en Jesucristo muerto y resucitado puede descubrir la Omnipotencia de Dios
cuando ésta “se manifiesta en la debilidad” (2 Corintios 12,9; cf. 1
Corintios 1,18) (cf. Catecismo 268.272-274).
Así,
fundados en el poder de Dios, los cristianos creemos que la creación, salida de
las Manos de Dios, nunca es abandonada a su suerte. Al contrario, a lo largo de
la historia, Dios, por medio de su Hijo y de su Espíritu, lleva adelante su
designio salvador hasta que todo sea recapitulado en Cristo (cf. Efesios 1,3-10)
y alcance su última perfección en la nueva creación (cf. Catecismo 302-308;
Compendio 55).
Dios ha
creado el universo.
Los
cristianos confesamos que Dios es “el Creador del cielo y de la tierra, de todo
lo visible y lo invisible”, es decir, proclamamos que Dios ha creado todos los
seres espirituales y materiales, esto es, a los ángeles, a las criaturas de la
tierra y en particular al hombre (cf. Catecismo 325-327).
La Sagrada Escritura
presenta la obra del Creador como una secuencia de seis días que termina en el “reposo”
del día séptimo (Génesis 1,1-2,4). El relato refleja las verdades de
nuestra fe en relación con Dios Creador y con el mundo y el hombre creados, fe
que nos permite “conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor
y su ordenación a la alabanza divina” (Lumen gentium 36) (cf. Catecismo
337). Puede ser útil en este punto leer Youcat 46 y Catecismo 338-349.
El hombre, creado a imagen y semejanza de
Dios.
El
hombre ocupa un lugar único en la creación, precisamente por ser la única
criatura creada a imagen y semejanza de Dios, en concreto a imagen y semejanza
de Cristo glorioso: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… Y Dios creó
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer lo creó” (Génesis
1,26-27). Por eso dice el Concilio Vaticano II que es la “única criatura en
la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (Gaudium et spes 24,3) y
que sólo ella es “capaz de conocer y amar a su Creador” (Gaudium et
spes 12,3) y de participar por el conocimiento y el amor, en la vida de
Dios (cf. Catecismo 356-358).
Su
vocación divina o sobrenatural hace que el hombre sea un misterio para sí
mismo. Es decir, su vida no se puede explicar sólo desde sí mismo, sino desde
Dios. En particular, sólo el Verbo encarnado, Jesucristo, nos descubre quién es
Dios y quién es el hombre; y cuál es nuestra dignidad, nuestro origen y nuestro
destino: ser imagen de Jesucristo glorioso (cf. Catecismo 359-361; Compendio
66-72). Esto quiere decir que Jesucristo no es sólo nuestro Redentor, Aquél
que nos perdona los pecados. Por supuesto que es esto. Ahora bien, ya antes del
pecado, el hombre ya había sido creado orientado a Cristo, creado a su imagen.
Así
pues, el hombre es el rey de la creación. Por su parte, los ángeles han sido
creados por Dios para su alabanza y para servicio del hombre (cf. Catecismo 328).
Cuando Jesucristo ascendió al cielo, se elevó como hombre por encima de los
ángeles, mostrando así que sólo el hombre está llamado a contemplar cara a cara
a su Creador. A este fin se orienta el ministerio de los ángeles, a quienes se
puede pedir auxilio e intercesión ante Dios (cf. Catecismo 328-336; Compendio
60-61; Youcat 54-55).
El hombre caído
En primer lugar, hay que aclarar
que el hombre no salió defectuoso de las Manos de Dios. Todo lo que creó Dios
fue bueno; y el hombre, muy bueno. Éste gozaba de una gran familiaridad con
Dios y crecía poco a poco en la amistad con su Creador. El mal no proviene por
tanto de la creación ni de la materia creada por Dios. Es importante recalcar
este punto, porque en ocasiones se opone el mundo del espíritu al mundo de la
materia como si equivaliesen al mundo de Dios, del Bien; y al mundo del mal. Al
contrario, el mundo y el hombre materiales fueron creados buenos por Dios.
El
mal tiene su origen en el pecado del hombre. Este, tentado por el diablo, dejó
morir en su corazón la confianza hacia su Creador (cf. Génesis 3,1-11) y
abusando de su
libertad desobedeció y rechazó a
Dios. En definitiva, quiso ser “como Dios”, pero sin Dios, ni según Dios (cf. Catecismo
385; 390; 397-398; Compendio 75; Youcat 66-67). El pecado de
nuestros primeros padres no fue sólo un pecado personal (cf. Catecismo 399-400);
sino también un pecado que nos afecta a todos. Por él todos nacemos en un
estado de alejamiento de Dios, un estado caído, antes de que pequemos por
decisión propia (Youcat 68; cf. Catecismo 374- 379; 402-406; Compendio
76-77).
El
primer pecado puso en marcha un dinamismo de mal y de pecados sucesivos. Ahora
bien, no podemos olvidar la
Omnipotencia de Dios de la que hemos hablado anteriormente.La
fuerza del diablo ha violentado ciertamente al hombre y lo ha arrancado de las
Manos de su Creador. Sin embargo, Dios, más fuerte que el diablo, ha
manifestado al hombre pecador su Bondad y su Misericordia y la seriedad de su Amor.
En último término podemos decir que Dios ha sacado bien del mal. Lo expresamos
preciosamente en la
Vigilia Pascual cuando llamamos al pecado original felix
culpa, feliz culpa que nos ha merecido tal Redentor (Youcat 70; cf. Catecismo
410-412).
Para la reflexión y el diálogo
-
¿Qué te ha llamado más la atención de este artícul del Credo? ¿Qué aspectos te
resultan más luminosos?
¿Cuáles te crean más dificultad?
-
Recuerda alguna de las experiencias en las que la fe en Dios Creador se te ha
hecho más clara.
-
La doctrina del pecado
original es un misterio; no obstante, en el fondo de nuestra experiencia
sabemos que declara una verdad. La lectura de Romanos 7,14- 25 ayuda a
entenderlo.
Para la oración
Del Libro de la Sabiduría 11, 21 - 12, 2
Tú siempre puedes desplegar tu
gran poder. ¿Quién puede resistir la fuerza de tu brazo? Porque el mundo entero
es ante ti como un gramo en la balanza, como una gota de rocío mañanero sobre
la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los
pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no
aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado.
¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente
con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida. Pues tu soplo
incorruptible está en todas ellas. Por eso corriges poco a poco a los que caen,
los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean
en ti, Señor.
Oración personal
Leer el texto bíblico.
Después, se puede dejar tiempo para que cada uno reflexione a la luz de la Palabra de Dios: cómo
nuestra vida brota de las manos de Dios, cómo es sostenida por Él y cómo su
providencia y misericordia va realizando en cada uno su designio salvador.
Oración común
Se puede terminar con una
oración de acción de gracias a Dios por su obra amorosa en cada uno; y pidiendo
su gracia para asentir dócilmente a su acción providente, sin darle la espalda
ni caer en pecado.
En verdad es justo darte
gracias, y deber nuestro
glorificarte, Padre santo,
porque tú eres el único
Dios vivo y verdadero que
existe desde siempre;
luz sobre toda luz.
Porque tú solo eres bueno y
fuente de vida, hiciste
todas las cosas para
colmarlas de tus bendiciones y
alegrar su multitud con la
claridad de tu gloria.
Por eso innumerables
ángeles en tu presencia,
contemplando la gloria de
tu rostro, te sirven
siempre y te glorifican sin
cesar. Y con ellos también
nosotros, llenos de
alegría, y por nuestra voz las
demás criaturas, aclamamos
tu nombre cantando:
Santo, Santo, Santo…
Te alabamos, Padre Santo,
porque eres grande,
porque hiciste todas las
cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al
hombre y le encomendaste
el universo entero, para
que, sirviéndote sólo a ti, su
creador, dominara todo lo
creado.
Y cuando por desobediencia
perdió tu amistad, no
lo abandonaste al poder de
la muerte: sino que, compadecido,
tendiste la mano a todos,
para que te encuentre
el que te busca.
Reiteraste, además, tu
alianza a los hombres;
por los profetas los fuiste
llevando con la esperanza
de la salvación.
Y tanto amaste al mundo,
Padre Santo, que, al
cumplirse la plenitud de
los tiempos, nos enviaste como
salvador a tu único Hijo.
(Prefacio de la Plegaria Eucarística
IV)
Para la vida
-
En muchas ocasiones no es fácil comprender qué significa la fe en la Providencia divina. A
la luz de lo que dice el Catecismo 302-314 o el Compendio 55-58,
¿puedes decir que confías en ella?
-
Todos tenemos una responsabilidad sobre la creación; ante el reto ecológico que
vivimos en nuestro tiempo, ¿qué puedes hacer para contribuir a su tratarla como
Dios la trata?
ORACIÓN PARA
Amén.
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